A propósito del inicio de clases
¿Qué realidades de nuestra sociedad está llamada a transformar la educación?
Por Johan Llanos Berdugo*
Para mostrar lo que puede ser el reto actual de la educación, quiero apoyarme en una reflexión hecha por Nelson Mafla, profesor de la facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, pero con la introducción de algunas pequeñas opiniones personales.
En distintos escenarios y de distintas maneras nos han hecho saber que los colombianos somos una sociedad de contraste: por una parte, nos mostramos avivatos, tramposos, clientelistas y violentos y, por otra, alegres y solidarios, pese a la adversidad. El resultado: una sociedad desequilibrada donde mas del 50% de la población malvive en la miseria, una sociedad de "incrédulos, abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo solitario por el que cada uno de nosotros piensa que sólo depende de sí mismo” (J. León, 1999, p. 6).
Es verdad que como sociedad estamos avanzando en el fortalecimiento de un proyecto humano fundamentado en la libertad, la igualdad, la dignidad y la concordia. Pero ese avance es poco a poco. Para acelerar los procesos, es necesario un cambio de mentalidad por parte de la comunidad educativa.
Por otra parte, es inaplazable trasladar la vida cotidiana colombiana. Dicho de otra manera: es urgente pasar de una vida cotidiana problemática a la construcción de una vida cotidiana satisfactoria para todos. En relación con lo social, el cambio de mentalidad y trasladar la vida cotidiana son los dos componentes a los que la educación en general le deberían apostar.
La mentalidad de las personas esta emparentada con los paradigmas. Un paradigma es un lente, creado por nuestra cultura, que nos hace ver las cosas según unos valores sustentados por nuestras creencias y que permanece a través del tiempo por nuestra educación, vivencias, prácticas y conocimientos. Los paradigmas nos impiden ver las cosas realmente como son. Los paradigmas son imposibles de eliminar, sólo se pueden cambiar por otros, aunque realmente sea un proceso lento y doloroso. Para despojarse de un paradigma es necesario modificar nuestro sistema de valores, cambiando nuestras creencias y conocimientos por medio de cambios en la educación, las prácticas sociales, educativas y las vivencias para crear nuevas experiencias. Los paradigmas no son ni buenos ni malos; nos corresponde a nosotros transitar de un paradigma a otro en busca de las mejores condiciones de vida.
Quizás lo más novedoso, atractivo, y no por ello menos temible de este principio de siglo y milenio, es que tenemos que atrevernos a desaprender todo lo aprendido. Durante siglos hemos construido dogmas, paradigmas y hasta utopías que, en el fondo, todas conducían a lo mismo: la dominación (V. Giussani, 2003).
La educación entra en juego al momento de llevar al ser humano a observarse a sí mismo, a autocalificarse la vida diaria, a saber si sus necesidades corresponden a la realidad o si son impuestas para continuar reproduciendo una cotidianidad ajena. La educación tiene los elementos necesarios para fundamentar un proyecto humano abierto a la construcción de escenarios dignos para la vida humana. Obviamente, este tipo de práctica pedagógica requiere cambiar el énfasis al momento del acto educativo. Requiere el énfasis en la construcción de lo humano.
La construcción de lo humano, desde el tipo de prácticas que hemos expuesto, es posible porque los seres humanos podemos vivir situaciones diferentes si somos lo suficientemente libres para promoverlas y no llevar una vida fuera de la realidad, sino hacer de la vida cotidiana una extensa dimensión de nuestra creatividad.
El reto que se plantea, al trabajar con la comunidad educativa, es que a través de la educación, provocar, incentivar y animar una vida cotidiana en la que los ciudadanos puedan diseñar su proyecto de vida. Es decir, revolucionar la vida cotidiana y promover diferentes comportamientos y compromisos, que pudieran ir construyendo una cotidianidad más intensa, con mejores propósitos individuales y sociales. El reto es transitar “los caminos de la libertad”.
*Ingeniero en Telecomunicaciones, Universidad Autónoma del Caribe. Lic. Ciencias Religiosas. Diplomado en Teología Bíblica. Diplomado en Cultura de paz, no violencia y reconciliación desde enfoques teológicos. jojellabe11@hotmail.com
¿Qué realidades de nuestra sociedad está llamada a transformar la educación?
Por Johan Llanos Berdugo*
Para mostrar lo que puede ser el reto actual de la educación, quiero apoyarme en una reflexión hecha por Nelson Mafla, profesor de la facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, pero con la introducción de algunas pequeñas opiniones personales.
En distintos escenarios y de distintas maneras nos han hecho saber que los colombianos somos una sociedad de contraste: por una parte, nos mostramos avivatos, tramposos, clientelistas y violentos y, por otra, alegres y solidarios, pese a la adversidad. El resultado: una sociedad desequilibrada donde mas del 50% de la población malvive en la miseria, una sociedad de "incrédulos, abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo solitario por el que cada uno de nosotros piensa que sólo depende de sí mismo” (J. León, 1999, p. 6).
Es verdad que como sociedad estamos avanzando en el fortalecimiento de un proyecto humano fundamentado en la libertad, la igualdad, la dignidad y la concordia. Pero ese avance es poco a poco. Para acelerar los procesos, es necesario un cambio de mentalidad por parte de la comunidad educativa.
Por otra parte, es inaplazable trasladar la vida cotidiana colombiana. Dicho de otra manera: es urgente pasar de una vida cotidiana problemática a la construcción de una vida cotidiana satisfactoria para todos. En relación con lo social, el cambio de mentalidad y trasladar la vida cotidiana son los dos componentes a los que la educación en general le deberían apostar.
La mentalidad de las personas esta emparentada con los paradigmas. Un paradigma es un lente, creado por nuestra cultura, que nos hace ver las cosas según unos valores sustentados por nuestras creencias y que permanece a través del tiempo por nuestra educación, vivencias, prácticas y conocimientos. Los paradigmas nos impiden ver las cosas realmente como son. Los paradigmas son imposibles de eliminar, sólo se pueden cambiar por otros, aunque realmente sea un proceso lento y doloroso. Para despojarse de un paradigma es necesario modificar nuestro sistema de valores, cambiando nuestras creencias y conocimientos por medio de cambios en la educación, las prácticas sociales, educativas y las vivencias para crear nuevas experiencias. Los paradigmas no son ni buenos ni malos; nos corresponde a nosotros transitar de un paradigma a otro en busca de las mejores condiciones de vida.
Quizás lo más novedoso, atractivo, y no por ello menos temible de este principio de siglo y milenio, es que tenemos que atrevernos a desaprender todo lo aprendido. Durante siglos hemos construido dogmas, paradigmas y hasta utopías que, en el fondo, todas conducían a lo mismo: la dominación (V. Giussani, 2003).
La educación entra en juego al momento de llevar al ser humano a observarse a sí mismo, a autocalificarse la vida diaria, a saber si sus necesidades corresponden a la realidad o si son impuestas para continuar reproduciendo una cotidianidad ajena. La educación tiene los elementos necesarios para fundamentar un proyecto humano abierto a la construcción de escenarios dignos para la vida humana. Obviamente, este tipo de práctica pedagógica requiere cambiar el énfasis al momento del acto educativo. Requiere el énfasis en la construcción de lo humano.
La construcción de lo humano, desde el tipo de prácticas que hemos expuesto, es posible porque los seres humanos podemos vivir situaciones diferentes si somos lo suficientemente libres para promoverlas y no llevar una vida fuera de la realidad, sino hacer de la vida cotidiana una extensa dimensión de nuestra creatividad.
El reto que se plantea, al trabajar con la comunidad educativa, es que a través de la educación, provocar, incentivar y animar una vida cotidiana en la que los ciudadanos puedan diseñar su proyecto de vida. Es decir, revolucionar la vida cotidiana y promover diferentes comportamientos y compromisos, que pudieran ir construyendo una cotidianidad más intensa, con mejores propósitos individuales y sociales. El reto es transitar “los caminos de la libertad”.
*Ingeniero en Telecomunicaciones, Universidad Autónoma del Caribe. Lic. Ciencias Religiosas. Diplomado en Teología Bíblica. Diplomado en Cultura de paz, no violencia y reconciliación desde enfoques teológicos. jojellabe11@hotmail.com
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