Ser Sacerdote para dar Testimonio Vocacional
“La vocación sacerdotal como toda vocación humana es un misterio que Dios conoce y que va comunicando a las personas lentamente. Dios nos comunica su plan, su misterio, poco a poco y no lo hace con palabras sino con pensamientos y sentimientos”. Fue así como Monseñor Carlos José Ruiseco Vieira, Arzobispo Emérito de Cartagena, inició su formación sacerdotal a los diecisiete años, en la ciudad de Bogotá; al cumplirse siete años recibió en Barranquilla su ordenación sacerdotal en manos de Monseñor Villa Gaviria, el 6 de enero de 1960, hace exactamente 50 años.
Monseñor Ruiseco, al contemplar la realidad de nuestros tiempos, hace un llamado a promover las vocaciones sacerdotales desde las parroquias, todos los seres humanos, especialmente los presbíteros, tienen un papel fundamental para que aquellos jóvenes que Dios ha elegido, descubran su vocación y de esta forma se mantenga viva la Iglesia, como lo expresa Monseñor Ruiseco los sacerdotes son necesarios para: “lo fundamental, anunciar el Evangelio de Jesucristo, orientando la gran misión continental para que hayan más discípulos y misioneros; segundo, celebrar los grandes misterios, especialmente la Eucaristía y el sacramento del perdón; tercero, acompañar a los que sufren, es decir, los pobres, los enfermos, los que están en la cárcel, los secuestrados y cuarto, muy importante, tiene que estar en capacidad de presentar la doctrina de Cristo a los más poderosos para que estos entiendan su deber con las clases más necesitadas”.
Pero, ¿cómo lograr que un joven de nuestros tiempos, descubra su vocación ante tantas cosas que ofrece el mundo actual y que llenan al ser humano de pensamientos superficiales y desesperanzadores? es aquí donde aparecen las cuatro etapas fundamentales para que una vocación se dé. En primer lugar, como lo expresa Monseñor Ruiseco, está el testimonio del sacerdote, es decir, aquel que ha configurado su vida a Cristo, está llamado a ser bueno y muchas veces esto se da, sin necesidad de decir una sola palabra.
El segundo lugar, pero no menos importante, es la familia, pues esta no debe oponerse a la vocación, Monseñor Ruiseco encontró en su hogar un apoyo a pesar que no era una familia excesivamente piadosa. En nuestros días las familias tienen que entender que lo mayor bendición que pueden recibir es que un hijo sea sacerdote o una hija tenga vocación a la vida consagrada.
Por último, está el ambiente, el cual es decisivo, pues Dios siembra la vocación, es así como escoge unas familias para sembrar vocación al sacerdocio o vida consagrada, por ejemplo en esta parroquia hay 100 familias, entonces de esas, escoge 20 familias para sembrar vocación, pues Dios hace lo que él quiere. Esos 20 pueden que se pierda la vocación que ni siquiera alcanzen a reflexionar, otros pueden ser piedra, es decir, el corazón del muchacho es duro, puede ser que el ambiente este ocupado por otros pensamientos y entonces la vocación trata de crecer pero abandonan la vocación y cuarto que tiene los tres ambientes propicios familia, escuela y ambiente y así lo más probable es que la semilla pueda crecer. Y eso es lo que esperamos de los seminaristas nuestros, sin embargo, Dios es tan buena gente que aún de familias donde no hay una vida religiosa surgen las vocaciones, entonces hay muchachos que tienen que luchar con sus propias familias para hacerse sacerdotes.
Monseñor Ruiseco, al contemplar la realidad de nuestros tiempos, hace un llamado a promover las vocaciones sacerdotales desde las parroquias, todos los seres humanos, especialmente los presbíteros, tienen un papel fundamental para que aquellos jóvenes que Dios ha elegido, descubran su vocación y de esta forma se mantenga viva la Iglesia, como lo expresa Monseñor Ruiseco los sacerdotes son necesarios para: “lo fundamental, anunciar el Evangelio de Jesucristo, orientando la gran misión continental para que hayan más discípulos y misioneros; segundo, celebrar los grandes misterios, especialmente la Eucaristía y el sacramento del perdón; tercero, acompañar a los que sufren, es decir, los pobres, los enfermos, los que están en la cárcel, los secuestrados y cuarto, muy importante, tiene que estar en capacidad de presentar la doctrina de Cristo a los más poderosos para que estos entiendan su deber con las clases más necesitadas”.
Pero, ¿cómo lograr que un joven de nuestros tiempos, descubra su vocación ante tantas cosas que ofrece el mundo actual y que llenan al ser humano de pensamientos superficiales y desesperanzadores? es aquí donde aparecen las cuatro etapas fundamentales para que una vocación se dé. En primer lugar, como lo expresa Monseñor Ruiseco, está el testimonio del sacerdote, es decir, aquel que ha configurado su vida a Cristo, está llamado a ser bueno y muchas veces esto se da, sin necesidad de decir una sola palabra.
El segundo lugar, pero no menos importante, es la familia, pues esta no debe oponerse a la vocación, Monseñor Ruiseco encontró en su hogar un apoyo a pesar que no era una familia excesivamente piadosa. En nuestros días las familias tienen que entender que lo mayor bendición que pueden recibir es que un hijo sea sacerdote o una hija tenga vocación a la vida consagrada.
Por último, está el ambiente, el cual es decisivo, pues Dios siembra la vocación, es así como escoge unas familias para sembrar vocación al sacerdocio o vida consagrada, por ejemplo en esta parroquia hay 100 familias, entonces de esas, escoge 20 familias para sembrar vocación, pues Dios hace lo que él quiere. Esos 20 pueden que se pierda la vocación que ni siquiera alcanzen a reflexionar, otros pueden ser piedra, es decir, el corazón del muchacho es duro, puede ser que el ambiente este ocupado por otros pensamientos y entonces la vocación trata de crecer pero abandonan la vocación y cuarto que tiene los tres ambientes propicios familia, escuela y ambiente y así lo más probable es que la semilla pueda crecer. Y eso es lo que esperamos de los seminaristas nuestros, sin embargo, Dios es tan buena gente que aún de familias donde no hay una vida religiosa surgen las vocaciones, entonces hay muchachos que tienen que luchar con sus propias familias para hacerse sacerdotes.
El ambiente es la escuela y lo que le rodea, normalmente hay amistades que en un muchacho adolescente lo pueden llevar a algo bueno o algo malo, pero dentro del ambiente están las organizaciones parroquiales que promueven las vocaciones por eso en la Arquidiócesis de Barranquilla ha creado esos seminarios y grupos parroquiales para que cultiven las vocaciones y debería ser un orgullo para un sacerdote decir que tiene un grupo vocacional de tantos muchachos, ya tengo tantos que fueron al seminario y la mayor gloria para un sacerdote es decir: fulanito de tal que lo cultive yo, ya se ordenó de sacerdote.
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