Por Jaynes Hernández Natera*
¡Hola mujeres! estamos en navidad, misterio de la ternura de Dios. En esta época nuestros corazones perciben al Dios del amor, que gracias al “sí” de María, Jesús fue encarnado en su vientre y nació como todo tierno bebé para salvarnos por su amor, como nos dice el papa Benedicto XVI “el mayor consuelo del ser humano es la ternura de Dios”. Pero pasan las brisas de diciembre, empiezan los carnavales y nos olvidamos de esa ternura del Niño Jesús que nació en un pesebre, olvidamos que nosotras las mujeres fuimos creadas con esa cualidad para ser sus dispensadoras de corazón a corazón.
Los estereotipos actuales de la sociedad de consumo, el cine y demás medios publicitarios pretenden que las mujeres olviden lo que es ternura, desconociendo que su paz interior depende en gran parte de la experiencia de ser portadora de la ternura de Dios que le permite un encuentro cercano y místico entre el Creador y lo creado por su amor. Por lo tanto te has preguntado: ¿He pedido a Dios que me dé de su ternura?
Aún en la ancianidad se es feliz al ser tierna con un corazón sin arruga; éste puede seguir engendrando vitalmente lo posible solo por la ternura que no niega con sus ojos brillantes que sollozan lágrimas amorosas al ver un bebé que puede ser su nieto o biznieto, sus manos arrugadas por los años tocan con tanta delicadeza un capullo, que entre sus manos se abre para que contemple la bella creación de Dios y agradece a Él por escuchar el trino tierno de un pajarito.
Aprendamos de Nuestra madre María que es dulzura como la miel, madre amable, purísima y a la vez torre de David, de marfil y trono de la sabiduría. Somos mujeres y fuimos creadas con ternura, y esta también es una cualidad de la cual Dios nos habla; recordemos cuando el salmista se acoge en su soledad a Dios en el salmo 27,10, y Juan Pablo II en una alocución el 28 de abril del 2004, nos decía “La ternura de Dios, confianza del creyente”. ¿Con qué actitud percibo al Dios de la ternura? ¿A través de quiénes he recibido la ternura de Dios? ¿Doy gracias por ello?
Si has endurecido tu corazón contempla la sonrisa de un niño, en ella hay un regalo para ti, ¡detente a verlo!, llénate de esa sonrisa, de su serenidad, de esa alegría para que la multipliques a los demás. Cada bebé que logra nacer es una alegría para nuestro Padre; piensa en los que no pudieron nacer, muchos de ellos pudieron ser sacerdotes, religiosas y muy buenos cristianos; mujeres y hombres de Iglesia que posiblemente nos relevarían la misión que tenemos. Ama y aprende de la ternura de los nacidos para que así tengas el amor suficiente para orar ante el Santísimo por los no nacidos y por la conversión y sanación interior de sus padres.
En muchas ocasiones, en un afán perfeccionista, se eliminan los niños a los que se le descubre una anormalidad genética como el síndrome de down, cuando ellos también son ternura de Dios, son ángeles bajados del cielo que en su acciones no tienen la malicia de pecar, aunque a los hombres y mujeres de fríos corazones sólo les causa desprecio e indiferencia, es por esto que no pueden verse en el sagrado espejo del amor para que ellos mismos vean la fealdad de su egoísmo al proponerle a los padres que si nace el bebé tendrán muchos gastos, terapias, colegios especiales y tiempo gastado. Para esas crueles personas es solo un mal negocio ya que este hijo no podrá ser un profesional que aliviará la vejez de sus padres; en el peor de los casos son los padres los que proponen al médico eliminarlo sin saber que es la oportunidad que Dios le está dando de tenerle cerca, entre su familia, para ser amado por muchos años.
Si has perdido a un hijo, natural o voluntariamente, o no has podido concebir, ora y esfuérzate por tener contactos con otros bebés, especialmente los que más necesitan del afecto. El llanto de los pequeños sana la sordera a la vocación de la vida, la vocación del amor, la vocación de la maternidad. Busca, ama y consuela a los niños en su llanto; el Señor te consolará, sanará tu vientre y tu corazón y confía su ternura para que des amor; ten presente que en mamá María confiaron la ternura de Dios para que calmara con ella el llanto de Jesús cuando tenía frío, estaba mojado, tenía sueño, hambre, o quería que lo cargaran. Dios se enamoró de la pequeñez del niño y quiso nacer como hombre, siendo Jesús verdadero Dios, para ser colmado de las caricias de la ternura de una madre y de un padre como San José. Aunque la ternura maximizada es un regalo de Dios para la mujer, los hombres no dejan de ser hombres al ser tiernos, sino que se ennoblecen del amor de Dios y se hacen partícipes de su divinidad, ser tierno no es ser débil, es tener la fuerza interior de atreverse a dar amor y sentirse amado al recibir la respuesta a una sonrisa, a una caricia.
*Integrante de la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Vocacional. Jaynesher@hotmail.com
¡Hola mujeres! estamos en navidad, misterio de la ternura de Dios. En esta época nuestros corazones perciben al Dios del amor, que gracias al “sí” de María, Jesús fue encarnado en su vientre y nació como todo tierno bebé para salvarnos por su amor, como nos dice el papa Benedicto XVI “el mayor consuelo del ser humano es la ternura de Dios”. Pero pasan las brisas de diciembre, empiezan los carnavales y nos olvidamos de esa ternura del Niño Jesús que nació en un pesebre, olvidamos que nosotras las mujeres fuimos creadas con esa cualidad para ser sus dispensadoras de corazón a corazón.
Los estereotipos actuales de la sociedad de consumo, el cine y demás medios publicitarios pretenden que las mujeres olviden lo que es ternura, desconociendo que su paz interior depende en gran parte de la experiencia de ser portadora de la ternura de Dios que le permite un encuentro cercano y místico entre el Creador y lo creado por su amor. Por lo tanto te has preguntado: ¿He pedido a Dios que me dé de su ternura?
Aún en la ancianidad se es feliz al ser tierna con un corazón sin arruga; éste puede seguir engendrando vitalmente lo posible solo por la ternura que no niega con sus ojos brillantes que sollozan lágrimas amorosas al ver un bebé que puede ser su nieto o biznieto, sus manos arrugadas por los años tocan con tanta delicadeza un capullo, que entre sus manos se abre para que contemple la bella creación de Dios y agradece a Él por escuchar el trino tierno de un pajarito.
Aprendamos de Nuestra madre María que es dulzura como la miel, madre amable, purísima y a la vez torre de David, de marfil y trono de la sabiduría. Somos mujeres y fuimos creadas con ternura, y esta también es una cualidad de la cual Dios nos habla; recordemos cuando el salmista se acoge en su soledad a Dios en el salmo 27,10, y Juan Pablo II en una alocución el 28 de abril del 2004, nos decía “La ternura de Dios, confianza del creyente”. ¿Con qué actitud percibo al Dios de la ternura? ¿A través de quiénes he recibido la ternura de Dios? ¿Doy gracias por ello?
Si has endurecido tu corazón contempla la sonrisa de un niño, en ella hay un regalo para ti, ¡detente a verlo!, llénate de esa sonrisa, de su serenidad, de esa alegría para que la multipliques a los demás. Cada bebé que logra nacer es una alegría para nuestro Padre; piensa en los que no pudieron nacer, muchos de ellos pudieron ser sacerdotes, religiosas y muy buenos cristianos; mujeres y hombres de Iglesia que posiblemente nos relevarían la misión que tenemos. Ama y aprende de la ternura de los nacidos para que así tengas el amor suficiente para orar ante el Santísimo por los no nacidos y por la conversión y sanación interior de sus padres.
En muchas ocasiones, en un afán perfeccionista, se eliminan los niños a los que se le descubre una anormalidad genética como el síndrome de down, cuando ellos también son ternura de Dios, son ángeles bajados del cielo que en su acciones no tienen la malicia de pecar, aunque a los hombres y mujeres de fríos corazones sólo les causa desprecio e indiferencia, es por esto que no pueden verse en el sagrado espejo del amor para que ellos mismos vean la fealdad de su egoísmo al proponerle a los padres que si nace el bebé tendrán muchos gastos, terapias, colegios especiales y tiempo gastado. Para esas crueles personas es solo un mal negocio ya que este hijo no podrá ser un profesional que aliviará la vejez de sus padres; en el peor de los casos son los padres los que proponen al médico eliminarlo sin saber que es la oportunidad que Dios le está dando de tenerle cerca, entre su familia, para ser amado por muchos años.
Si has perdido a un hijo, natural o voluntariamente, o no has podido concebir, ora y esfuérzate por tener contactos con otros bebés, especialmente los que más necesitan del afecto. El llanto de los pequeños sana la sordera a la vocación de la vida, la vocación del amor, la vocación de la maternidad. Busca, ama y consuela a los niños en su llanto; el Señor te consolará, sanará tu vientre y tu corazón y confía su ternura para que des amor; ten presente que en mamá María confiaron la ternura de Dios para que calmara con ella el llanto de Jesús cuando tenía frío, estaba mojado, tenía sueño, hambre, o quería que lo cargaran. Dios se enamoró de la pequeñez del niño y quiso nacer como hombre, siendo Jesús verdadero Dios, para ser colmado de las caricias de la ternura de una madre y de un padre como San José. Aunque la ternura maximizada es un regalo de Dios para la mujer, los hombres no dejan de ser hombres al ser tiernos, sino que se ennoblecen del amor de Dios y se hacen partícipes de su divinidad, ser tierno no es ser débil, es tener la fuerza interior de atreverse a dar amor y sentirse amado al recibir la respuesta a una sonrisa, a una caricia.
*Integrante de la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Vocacional. Jaynesher@hotmail.com
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