Unidad Pastoral la Medalla Milagrosa.
Generosidad y esfuerzo, importantes para mantener la fe
Por Julio Giraldo*
La urbanización Soledad 2000, jurisdicción del municipio de Soledad, en el año 1.983 solo contaba con tres cuadras y seis familias; lentamente fueron llegando, desde distintos sitios del país, más personas que compraban sus casas que para la época tenían un costo de 8000 mil pesos y se pagaban en módicas cuotas mensuales; sus urbanizadores, la firma constructora Martinete de la familia Polidoro Plata, muy católicos por cierto, desde un comienzo reservaron una enorme bodega en donde guardaban los materiales de construcción para que sirviera como capilla provisional y en donde podrían celebrar la Santa Misa dominical los sacerdotes que desde Malambo querían atender espiritualmente el naciente barrio. Las señoras Guillermina Güillín de Lopera, Eleotilde Serrano, Juanita Castro, Marlene Ramos, Josefina de Vega y Gladis Lara, eran las más interesadas de que en su urbanización no faltara la Eucaristía dominical y se encargaban con mucho amor de mantener limpia la bodega y recibir siempre al sacerdote; la misa dominical fue motivando al grupo inicial de señoras, se unieron otras más que querían tomar en serio el proyecto de comunidad eclesial; realizaron actividades y con lo producido se compraron los primeros libros y ornamentos.
Más adelante, el padre Guillermo Robles, quien era párroco de Carrizal, se hace cargo de la orientación y dirección de esta naciente comunidad; era ya una comunidad muy activa y sedienta de Dios pero no era parroquia; no contaba con sacerdote de planta, ni tenía una capilla digna para sus celebraciones. El padre Robles, pensando cómo suplir al menos lo referente al sacerdote, decidió un día llevar a un joven venezolano al barrio a quien presentó ante la comunidad como el hermano Abel, el que desde ese momento los estaría acompañando en el proceso eclesial; el joven comenzó su trabajo, ayudó a la conformación de grupos como la hermandad del Sagrado Corazón de Jesús, animó mucho la comunidad y la fue preparando en la fe; en el año 1985 la firma constructora decide entregar definitivamente la bodega a la comunidad para que la adecúe convenientemente y la conviertan en capilla, y es el mismo doctor Rodolfo Plata quien coloca las primeras baldosas y construye un rústico altar de cemento; este gesto de los constructores hace que toda la comunidad se motive y siga trabajando en la consecución de fondos para comprar bancas y la imagen de la Medalla Milagrosa, sugerida por la Señora Guillermina quien hizo todo lo que estuvo a su alcance para promocionar la devoción entre la feligresía con el fin de que, cuando se creará la parroquia, llevará este nombre.
La idea fue bien recibida por toda la comunidad. En esos momentos el hermano Abel continuó con la comunidad y es él quien organiza el trabajo pastoral, hace la celebración de la Palabra los días de semana y recibe a los sacerdotes que dominicalmente celebran la Eucaristía; su trabajo infundió seguridad y se ganó la confianza y aprecio de la feligresía; dicen las distinguidas damas del barrio, las mismas que lo invitaban como comensal de honor a sus casas -ocasión para la cual preparaban exquisitas viandas-, que era un joven bien parecido, elegante, de buenos modales y muy refinado; sus predicaciones llegaban al corazón de los feligreses, daba buenos consejos y sacaba con la solemnidad y honores del caso todas las procesiones del año incluyendo las de Semana Santa; unos lo llamaban diácono Abel, otros padre Abel, otros hermano Abel y los más incrédulos simplemente Abel; lo cierto del caso es que un día se descubrió que ni era Diácono, ni tenía ninguna orden o título eclesial, no era ni siquiera seminarista, simplemente era un hermano en la fe, pero la comunidad no se sintió engañada y al contrario, lo recuerdan como un buen hombre que dio ejemplo de vida cristiana y supo guiarlos en sus inicios.
En el año 1986 llega a colaborar en la obra el inolvidable sacerdote Augusto Ovalle, quien entrega unos meses después al padre Álvaro López y este, a su vez, en el año 1987, hace entrega al padre Arturo Barros Ortegón, sacerdote que desde la parroquia de Cristo Rey, donde era párroco, le corresponde recoger todo el trabajo pastoral de sus antecesores colaboradores para organizar y preparar la comunidad con el fin de iniciar su vida eclesial como parroquia. Vigoriza los grupos, mejora las condiciones del templo, construye la casa cural y todo queda listo para que monseñor Félix María Torres Parra firmara el decreto No. 1121 del 24 de enero de 1991, creando la parroquia de la Medalla Milagrosa; más adelante, el 27 de noviembre de 1993, el templo es consagrado solemnemente por el mismo Arzobispo Félix y varios sacerdotes de nuestra Iglesia particular. En 1995 un nuevo sacerdote asume este rebaño, es el padre Ovidio Mendoza quien con su sencillez, cariño y sabiduría se entrega por completo a su ministerio guiando y santificando a la comunidad. Para el año 2000 asume como su tercer párroco el joven y dinámico sacerdote Luís Angulo Batista, él debió transformar y crear las nuevas estructuras del proyecto pastoral de nueva evangelización diseñado por monseñor Rubén Salazar Gómez; fueron 6 años de arduo trabajo dentro del cual no sólo puso en marcha el nuevo plan pastoral sino que también remodeló la plazoleta para los eventos parroquiales, el atrio con sus jardineras y embelleció el templo parroquial.
La Parroquia Hoy:
Después de 26 años, hoy la urbanización Soledad 2000 se ha extendido inmensamente, ya no son seis familias y la tienda del cachaco; la población está calculada en unos 15 mil habitantes con escuelas, colegios, tiendas, supermercados, centros de salud, centros comerciales, farmacias y toda clase de negocios; son 14 rutas de buses las 24 horas del día para poder atender las necesidades del transporte.
En cuanto a su vida eclesial, la antigua bodega donde empezó la parroquia ha sido transformada en una moderna, acogedora y cómoda iglesia; el rústico altar de cemento fue cambiado por el actual párroco por uno de características modernas construido totalmente en mármol, y la casa parroquial luce muy bien.
Sirviendo como párroco se encuentra el padre Arturo Rey Carrillo quien, recogiendo el trabajo pastoral de sus antecesores, le imprime ahora a su feligresía un ritmo de dinamismo y juventud, porque son los jóvenes de ambos sexos que de la mano de toda la comunidad trabajan comprometidos para sacar adelante el moderno plan de evangelización. Es una feligresía muy creyente, participa con amor en todas las iniciativas de su párroco, se preocupa por vivir los sacramentos y recibir formación continua, todo esto permite que sea una comunidad madura en su fe, solidaria y dispuesta al servicio de sus hermanos los más pobres, que es la opción preferencial del padre Arturo en todas las parroquias en donde ha estado.
En la actualidad se trabaja con fuerza en la formación de dos células pastorales: San Luis Beltrán y Santa Teresita, que serán próximamente parroquias; en estas dos células se realiza un trabajo de concientización entre sus moradores, para que ellos mismos, al sentirse miembros de la Iglesia, se comprometan en el proyecto de su formación espiritual y construcción de sus respectivas capillas.
Generosidad y esfuerzo, importantes para mantener la fe
Por Julio Giraldo*
La urbanización Soledad 2000, jurisdicción del municipio de Soledad, en el año 1.983 solo contaba con tres cuadras y seis familias; lentamente fueron llegando, desde distintos sitios del país, más personas que compraban sus casas que para la época tenían un costo de 8000 mil pesos y se pagaban en módicas cuotas mensuales; sus urbanizadores, la firma constructora Martinete de la familia Polidoro Plata, muy católicos por cierto, desde un comienzo reservaron una enorme bodega en donde guardaban los materiales de construcción para que sirviera como capilla provisional y en donde podrían celebrar la Santa Misa dominical los sacerdotes que desde Malambo querían atender espiritualmente el naciente barrio. Las señoras Guillermina Güillín de Lopera, Eleotilde Serrano, Juanita Castro, Marlene Ramos, Josefina de Vega y Gladis Lara, eran las más interesadas de que en su urbanización no faltara la Eucaristía dominical y se encargaban con mucho amor de mantener limpia la bodega y recibir siempre al sacerdote; la misa dominical fue motivando al grupo inicial de señoras, se unieron otras más que querían tomar en serio el proyecto de comunidad eclesial; realizaron actividades y con lo producido se compraron los primeros libros y ornamentos.
Más adelante, el padre Guillermo Robles, quien era párroco de Carrizal, se hace cargo de la orientación y dirección de esta naciente comunidad; era ya una comunidad muy activa y sedienta de Dios pero no era parroquia; no contaba con sacerdote de planta, ni tenía una capilla digna para sus celebraciones. El padre Robles, pensando cómo suplir al menos lo referente al sacerdote, decidió un día llevar a un joven venezolano al barrio a quien presentó ante la comunidad como el hermano Abel, el que desde ese momento los estaría acompañando en el proceso eclesial; el joven comenzó su trabajo, ayudó a la conformación de grupos como la hermandad del Sagrado Corazón de Jesús, animó mucho la comunidad y la fue preparando en la fe; en el año 1985 la firma constructora decide entregar definitivamente la bodega a la comunidad para que la adecúe convenientemente y la conviertan en capilla, y es el mismo doctor Rodolfo Plata quien coloca las primeras baldosas y construye un rústico altar de cemento; este gesto de los constructores hace que toda la comunidad se motive y siga trabajando en la consecución de fondos para comprar bancas y la imagen de la Medalla Milagrosa, sugerida por la Señora Guillermina quien hizo todo lo que estuvo a su alcance para promocionar la devoción entre la feligresía con el fin de que, cuando se creará la parroquia, llevará este nombre.
La idea fue bien recibida por toda la comunidad. En esos momentos el hermano Abel continuó con la comunidad y es él quien organiza el trabajo pastoral, hace la celebración de la Palabra los días de semana y recibe a los sacerdotes que dominicalmente celebran la Eucaristía; su trabajo infundió seguridad y se ganó la confianza y aprecio de la feligresía; dicen las distinguidas damas del barrio, las mismas que lo invitaban como comensal de honor a sus casas -ocasión para la cual preparaban exquisitas viandas-, que era un joven bien parecido, elegante, de buenos modales y muy refinado; sus predicaciones llegaban al corazón de los feligreses, daba buenos consejos y sacaba con la solemnidad y honores del caso todas las procesiones del año incluyendo las de Semana Santa; unos lo llamaban diácono Abel, otros padre Abel, otros hermano Abel y los más incrédulos simplemente Abel; lo cierto del caso es que un día se descubrió que ni era Diácono, ni tenía ninguna orden o título eclesial, no era ni siquiera seminarista, simplemente era un hermano en la fe, pero la comunidad no se sintió engañada y al contrario, lo recuerdan como un buen hombre que dio ejemplo de vida cristiana y supo guiarlos en sus inicios.
En el año 1986 llega a colaborar en la obra el inolvidable sacerdote Augusto Ovalle, quien entrega unos meses después al padre Álvaro López y este, a su vez, en el año 1987, hace entrega al padre Arturo Barros Ortegón, sacerdote que desde la parroquia de Cristo Rey, donde era párroco, le corresponde recoger todo el trabajo pastoral de sus antecesores colaboradores para organizar y preparar la comunidad con el fin de iniciar su vida eclesial como parroquia. Vigoriza los grupos, mejora las condiciones del templo, construye la casa cural y todo queda listo para que monseñor Félix María Torres Parra firmara el decreto No. 1121 del 24 de enero de 1991, creando la parroquia de la Medalla Milagrosa; más adelante, el 27 de noviembre de 1993, el templo es consagrado solemnemente por el mismo Arzobispo Félix y varios sacerdotes de nuestra Iglesia particular. En 1995 un nuevo sacerdote asume este rebaño, es el padre Ovidio Mendoza quien con su sencillez, cariño y sabiduría se entrega por completo a su ministerio guiando y santificando a la comunidad. Para el año 2000 asume como su tercer párroco el joven y dinámico sacerdote Luís Angulo Batista, él debió transformar y crear las nuevas estructuras del proyecto pastoral de nueva evangelización diseñado por monseñor Rubén Salazar Gómez; fueron 6 años de arduo trabajo dentro del cual no sólo puso en marcha el nuevo plan pastoral sino que también remodeló la plazoleta para los eventos parroquiales, el atrio con sus jardineras y embelleció el templo parroquial.
La Parroquia Hoy:
Después de 26 años, hoy la urbanización Soledad 2000 se ha extendido inmensamente, ya no son seis familias y la tienda del cachaco; la población está calculada en unos 15 mil habitantes con escuelas, colegios, tiendas, supermercados, centros de salud, centros comerciales, farmacias y toda clase de negocios; son 14 rutas de buses las 24 horas del día para poder atender las necesidades del transporte.
En cuanto a su vida eclesial, la antigua bodega donde empezó la parroquia ha sido transformada en una moderna, acogedora y cómoda iglesia; el rústico altar de cemento fue cambiado por el actual párroco por uno de características modernas construido totalmente en mármol, y la casa parroquial luce muy bien.
Sirviendo como párroco se encuentra el padre Arturo Rey Carrillo quien, recogiendo el trabajo pastoral de sus antecesores, le imprime ahora a su feligresía un ritmo de dinamismo y juventud, porque son los jóvenes de ambos sexos que de la mano de toda la comunidad trabajan comprometidos para sacar adelante el moderno plan de evangelización. Es una feligresía muy creyente, participa con amor en todas las iniciativas de su párroco, se preocupa por vivir los sacramentos y recibir formación continua, todo esto permite que sea una comunidad madura en su fe, solidaria y dispuesta al servicio de sus hermanos los más pobres, que es la opción preferencial del padre Arturo en todas las parroquias en donde ha estado.
En la actualidad se trabaja con fuerza en la formación de dos células pastorales: San Luis Beltrán y Santa Teresita, que serán próximamente parroquias; en estas dos células se realiza un trabajo de concientización entre sus moradores, para que ellos mismos, al sentirse miembros de la Iglesia, se comprometan en el proyecto de su formación espiritual y construcción de sus respectivas capillas.
* Periodista - Historiador
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