viernes, julio 03, 2009

Encuentros con el Arzobispo


El Misterio de Dios Amor

Por Julio Giraldo *


El misterio de la Santísima Trinidad debe ser conocido y entendido por cada ser humano, para que de esta forma reconozca el verdadero significado de tenerlo presente en la vida misma. Por tal motivo, nuestro Pastor, en esta ocasión nos explica a que hace referencia este misterio.

Julio Giraldo: Otra fiesta especial celebra la Iglesia católica el domingo 7 de junio. De nuevo se toca un tema que parece ha sido siempre muy complicado poder entenderlo. ¿Realmente es tan complicado entender el misterio de la Santísima Trinidad?

Arzobispo: Es un misterio insondable porque es el misterio de Dios, pero es también un misterio accesible porque Dios ha querido manifestarse, revelarse, venir al ser humano para darse a conocer. Ya en el Antiguo Testamento el Señor le decía a su pueblo: “¿Qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella, como lo está el Señor nuestro Dios siempre que lo invocamos?” (Deuteronomio 4,7). En efecto, es un Dios que no ha querido permanecer inaccesible, escondido en Su misterio inalcanzable, sino que ha querido desde el primer momento entrar en diálogo de amor con Su criatura metiéndose dentro de la historia humana hasta que, para llevar a plenitud los tiempos, envió a su Hijo, imagen de Su ser, Su Palabra eterna, para que hecho uno de nosotros en el seno de la Virgen María, nos revelara plenamente Su rostro de amor. Es esto lo que afirma la introducción de la Carta a los Hebreos: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas, ahora, en este momento definitivo, nos ha hablado por medio de su Hijo.” (Hebreos 1,1-2); y el final del prólogo del Evangelio de San Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único que es Dios y está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.”

J. G.: Para la mayoría de la gente, hablar de la Santísima Trinidad es hablar de una santa muy milagrosa, como le oí decir a alguien. ¿Por qué se habla de “trinidad”? ¿No crea esto confusión?

Arzobispo: La definición de Dios que encontramos en la Sagrada Escritura es concisa: “Dios es amor”. Y esta realidad significa que, como lo explicó espléndidamente el papa Juan Pablo II en múltiples ocasiones, en Su misterio más profundo, Dios no es soledad, sino comunión; comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. A ese misterio de la intimidad de Dios tuvimos acceso por medio de Su Hijo encarnado, quien en Su rostro humano nos mostró el rostro de Dios. La Iglesia –guiada por Dios- creó la palabra “trinidad” precisamente para expresar este misterio: un Dios único que es, a la vez, tres personas; no tres dioses, sino un sólo Dios; no una sola persona, sino tres personas distintas en un sólo Dios verdadero. El lenguaje se hace siempre impreciso y limitado para expresar el misterio de Dios, pero es necesario expresar el misterio de Dios por medio de nuestro lenguaje porque, si no, no podríamos conocer a Dios ni transmitir a los demás este conocimiento. Por esto, a la limitación de nuestro lenguaje tiene que venir en ayuda una experiencia profunda de Dios en nuestra vida para que el lenguaje adquiera su sentido.

J. G.: Pero, ¿no resulta todo esto como una especulación bien lejana a la vida y a los intereses de la gente común y corriente? ¿Qué puede decir esto al hombre de hoy?

Arzobispo: Hay una afirmación al comienzo del Libro del Génesis que tiene una trascendental importancia. Se nos dice: “Dios creó al ser humano a Su imagen y semejanza”. Por lo tanto, tenemos que conocer a Dios para poder descubrir nuestra naturaleza más íntima y poder así realizar nuestra vocación más profunda. Por lo tanto, si Dios es amor, es comunión de personas, pero es uno, esto significa que el ser humano está llamado a vivir en el amor, en la comunión con los demás, en la búsqueda permanente de la unidad de todos. Si Dios no permaneció aislado en Su comunión trinitaria, sino que quiso entrar en comunión con Su criatura, revelándosele y haciéndola partícipe de Su vida divina, esto significa que el ser humano debe estar siempre en continuo “salir de sí mismo” hacia el otro, comunicándose, entrando en relación profunda y sincera con los demás para crear verdadera comunión. Si Dios manifestó Su amor en Cristo teniendo misericordia de los pecadores, perdonando las injurias, amando a los enemigos, acercándose a los marginados, sirviendo a los demás (“No he venido a que me sirvan sino a servir y a entregar mi vida por todos.” Mc 10,45), esto significa que el ser humano –para poder ser realmente feliz, es decir, para poder realizar la verdad de Su ser- debe poner al servicio de los demás todo lo que ha recibido, buscando siempre la reconciliación con todos, creando todos los días de nuevo verdadera comunidad alrededor suyo. Todo esto nos indica que hablar hoy del ser íntimo de Dios no es una especulación lejana, sino una tarea indispensable para que el ser humano recupere su verdadero rostro, llegue a ser de verdad lo que está llamado a ser, y pueda, por lo tanto, construir un mundo que siendo más humano responda mejor a la voluntad salvífica de Dios. Tal vez la raíz de nuestros males está en que no contemplamos el rostro de Dios y por esto hemos desfigurado el rostro de los hombres; hemos sacado a Dios de nuestras vidas y de la historia de la sociedad con el pretexto de ser más nosotros mismos y de esta manera nos hemos privado de la fuente misma de nuestro ser y de la comprensión de nosotros mismos. Y, de esto estoy seguro, el principio de la solución de muchos de nuestros problemas esté en volver de nuevo nuestra mirada hacia Dios para que en nuestro rostro se refleje el rostro de Dios y así seamos más humanos, más justos, más solidarios, más hermanos.

* Periodista – Historiador. julioetica@yahoo.com

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